En muchas ciudades del mundo se impide el libre acceso al interior de las iglesias fuera del horario de las misas. El cardenal europeo Schönborn, dio una sabia sentencia sobre el particular: “En Austria, luchamos constantemente para conservar nuestras iglesias abiertas, accesibles a los fieles”.
“Haced lo imposible para permitir a las personas que buscan a Dios y que Dios espera -tener acceso a Jesús- Eucaristía: ¡no cerréis las puertas de vuestras iglesias, por favor!”.
“El combate de nuestra vida es, debe ser, el ‘combate de la oración’, y es preponderante el lugar de la oración”. “Mucha gente no va ya a misa, pero va a la iglesia si está abierta, para encender una vela. ¡No es malo que el sacerdote sea sorprendido en flagrante delito de oración ante el tabernáculo!”.
Lo cierto es que la complicación de los horarios de los ciudadanos y el escaso tiempo libre se unen al hecho de que las parroquias sean cotos particulares del cura a cargo, que restringe a su conveniencia las visitas a Jesús Sacramentado.
Los obispos pues, son responsables de que los sacerdotes no ejerzan de meros funcionarios sujetos a un estricto horario.