Frente a la Pandemia por el covid – 19 en Guayaquil, con casos de contagiados que se multiplican con rapidez, pude experimentar, a través de familiares y amigos cercanos, el drama para internarse en clínicas privadas donde han debido acudir algunos enfermos, por no existir posibilidad de ser atendidos en los hospitales públicos.
Afortunadamente hay muchos profesionales de la salud íntegros que llegan incluso a perder su vida por salvar otras, yendo más allá de una simple obediencia al juramento hipocrático, característico de todo aquel que “toma los hábitos” en su graduación.
El mencionado juramento, nombrado así en honor al célebre doctor griego, Hipócrates, no lleva otro propósito que el bien y la salud de los enfermos, sin importar su nacionalidad, estatus económico, raza, credo, etc. Tal es así que en situación de guerra, los médicos tienen la obligación de atender al “enemigo”, de presentarse el caso. En definitiva, es un compromiso de trascendencia social.
Sin embargo y como en todo ámbito, no todos poseen ese espíritu de entrega, servicio y menos una genuina vocación tanto a nivel personal como institucional, evidenciando la falta de caridad y humanidad.
Por eso quiero resaltar algunos puntos del juramento hipocrático original que, según el Doctor Robert. H. Shmerling del Harvard Medical School, indica, estarían faltando:
Compartir sus conocimientos con otros que estén interesados; usar su conocimiento de medicina para ayudar a pacientes; evitar medicación peligrosa que pone el riesgo de pacientes a pesar que haya un requerimiento de hacerlo; no proveer medicación que cause abortos; pedir ayuda de otros médicos (como cirujanos) cuando sea necesario; mantener confidencial la información del paciente; compartir la información médica con los pacientes; evitar conflictos de interés como obtener rentabilidad en diferentes exámenes o tratamientos; proteger a los pacientes que son usados en estudios de investigación; tratar a todos los pacientes por igual, al margen de su habilidad de pago, clase social, educación, raza, o sospecha de criminalidad.
En emergencia es imprescindible apelar a la ética, a la honestidad, a lo moral para reconocer esta omisión que está representando la pérdida de vidas humanas y evitar el dedo acusador. Ahora deben gestarse cambios que defiendan la salud y la vida, sino, no habremos aprendido la lección.