La antropología forense ha despejado uno de las preguntas más inquietantes de la humanidad. ¿Cómo pudo un puñado de 170 españoles incultos sin formación militar conquistar a un imperio de 8 millones de indígenas? Los cientos de restos humanos analizados lo prueban: un mínimo porcentaje con las ballestas españolas; la mayoría a garrotazos con las armas indígenas; es decir, hermano contra hermano atacados por su propia sangre. ¿Cómo pudo pasar esto? ¿Qué pudieron ofrecer los españoles para aliar a mercenarios jóvenes contra sus propios padres y hermanos? (Las investigaciones señalan la juventud de los atacantes por la fuerza de los golpes). Los españoles, dudo mucho que ofrecieran sus armas y sus caballos que eran pocos. Debían ser más sutiles presentándose como enviados de Dios y tomando posesión de las tierras en nombre de una “causa suprema”. Seguramente a los jóvenes les ofrecieron darl lo que otros tenían, fácil y rápido: las tierras, las mujeres, las riquezas (de los otros, por supuesto). Por otro lado, los españoles miraron con buenos ojos nuestras indígenas (y supongo que ellas también) e hicieron alianzas matrimoniales con princesas incas que traicionaron su sangre proporcionándoles los ejércitos indígenas que requirieron los conquistadores, tal como lo demuestran las pruebas encontradas .Las crónicas españoles solo tratan de la magnificencia y heroísmo de su gente pero omiten comentar sobre el papel que jugaron los aliados indígenas. La historia ha dejado registros escritos para la posteridad de hechos incompletos, distorsionados. Una realidad no real, diríamos.
Al final, la ingenuidad , ignorancia y, por supuesto, por qué no negarlo también la envidia, lujuria, falta de lealtad, miedo y cobardía unidos a los problemas internos pasaron factura a nuestros antecesores, llevando a la desaparición de uno de los imperios más fascinantes de la humanidad.
El milagro esperado fue solo para un puñado de conquistadores. Nuestra gente fue confinada a mitas, obrajes y otras formas de esclavitud y sometimiento indígena durante más de 300 años. Para pensar.