Juan Enríquez en su libro “As the Future Catches You…” señala que en 1975 un mexicano ganaba USD 1.47 por hora, mientras que un trabajador en Corea lo hacía por 32 centavos.
Con los años, la tendencia se revierte y en 2011 el coreano pasa a ganar USD 18.91, mientras que el mexicano se queda con USD 6.48. Todas las naciones empezaron pobres y muchas en Asia y Europa, hoy, decenas de veces más ricas, eran más pobres que otras en América y África.
¿Qué sucedió para que el mexicano, quien ganaba casi 5 veces más que el coreano, pase hoy a ganar tres veces menos? La causa está en formas ingeniosas de producir con menor esfuerzo y tiempo, es decir con tecnología. Por una infeliz herencia histórica y social, Ecuador instauró una economía de productos de escaso valor tecnológico.
Un síntoma revelador de dicha herencia es cuando editorialistas, economistas y candidatos hablan de competitividad y productividad, sin referirse a la necesidad del desarrollo tecnológico; y por lo tanto, la urgencia de invertir en ciencia y promover una cultura de innovación que induzca nuevas formas de generar riqueza.