Bajo la premisa de que en la OEA no se alcanzan los intereses de cada país porque solamente asisten los cancilleres, Correa propone una organización similar con la presencia de los presidentes. Todo líder mide su liderazgo a través de delegar diferentes funciones y de su exitoso resultado. El delegar empieza por escoger a los colaboradores más idóneos en cada área. Es entendible que si se elige a un economista como Canciller, los resultados serán pobres o nulos, pero es conveniente porque permite aplicar el hiperpresidencialismo.
La presencia del Presidente se impone, muestra de ello es lo comentado por él mismo, “los funcionarios de Estado no darán entrevistas ni declaraciones a los medios de comunicación privados”, se entiende entonces que los medios de comunicación estatales serán los únicos que darán información oficial, claro que al gusto del Ejecutivo, con lo cual estaremos desinformados. Así, la tan cacareada participación ciudadana a la que le asiste el derecho de saber y calificar sobre qué hace y qué no hace su Mandatario, sigue desvencijándose bajo el peso del hiperpresidencialismo, que desgasta a la ya maltratada democracia.