Es malo destruir lo que otros han hecho.
La letra la escribió quien en vida fue el gran intelectual, obispo de Ambato, arzobispo de Guayaquil, cardenal y sobre todo religioso franciscano, Fray Bernardino Echeverría Ruiz, oriundo del precioso pueblo de Cotacachi, tierra de grandes hombres, donde cada familia tiene un músico, un compositor, un profesional, un intelectual y donde cada uno de ellos entregó todo a la patria. Dicen que se quiere reformar el Himno a Quito porque a más de medio siglo de cantarlo aparece algún esnobista que no sabe hacer algo positivo por la bella ciudad Luz de América, algo que también han pretendido hacer con la fecha de la fundación de Quito. Alguien me dijo una vez: “Es malo destruir lo que otros han hecho”. Por generaciones, hemos cantado orgullosos y muy reverentes, de pie, a las 12 del día, en pleno inclemente sol ecuatorial y sin sombrero quienes veníamos de otros lugares al coso de Iñaquito.
En este caso, el himno compuesto por Mons. Bernardino fue una gran contribución para saludar a la ciudad Patrimonio Cultural de la Humanidad. La preciosa música la compuso otro franciscano español avecindado en Quito: Fray Agustín de Azkúnaga. Quienes escucharon a este ilustre fraile, me han dicho que fue un gran organista, de los más grandes que se hubieran visto por estos pagos, por el grande y profundo sentimiento con que interpretaba y creaba. Y sin duda que fue así porque a todos, incluido a los chagras, nos entusiasmaba entonar: “Nuestros pechos en férvido grito, te saludan ciudad inmortal…”.