La Constitución 2008. Capítulo primero. Art. 3.1.- Garantizar sin discriminación alguna…, en particular la educación, la salud, la alimentación, la seguridad social y el agua para sus habitantes; y estamos seguros de que también existen artículos relacionados con la libertad, la democracia, la justicia y corrupción… Que, sin ser irreverentes, únicamente vemos letra muerta en cientos de artículos de los que poco o nada en la realidad se cumplen. Como tampoco pensé en escribir algo parecido: “Un hombre ha muerto en soledad”. Hasta los perros tienen leyes que los protegen, y en su mayoría viven mejor que un ser humano en la indigencia. Era Navidad, y hace tres días que se lo venía buscando, sus hermanos y amigos, preocupados y haciendo las diligencias querían encontrarlo para festejar el infortunio. Presentándose lo peor, el desgraciado cuerpo yacía en el catre de un cuarto mugriento sin más remedio y cobijo, que la nada. Moría un joven bachiller, que a nada ni a nadie representaba, alguien que había perdido la esperanza, sus ilusiones y las ganas de luchar; casi en completo estado de postración, y se mantenía a flote solo por la soberbia de parecer persona.
Como aquel, existen miles y miles de niños y jóvenes actualmente en el desamparo en este país; lanzados al alcohol, las drogas y otros vicios sucumben sin que nadie los auxilie; ¿y del trabajo qué?, a buscarlo en la Constitución. La herencia del pasado da testimonio y la tenemos impregnada como la peste, sin garantías de un cambio de vida a futuro; que no sea la demagogia de falsas promesas y una muerte anunciada para una juventud mal llamada “futuro de la patria”. Llegado el momento de la fatalidad no es de lamentación, sino más bien de resignación. Porque donde quiera que estén: en el más allá, el purgatorio o en las nubes; siempre será mejor que aquí y a salvo. Adiós, querido primo.