Hasán Rohaní, investido como presidente de Irán, se ha cobijado bajo un discurso conciliador, convoca a una nueva etapa en las relaciones con EE.UU., ojalá este acercamiento y racionalización de las relaciones internacionales se plasme en hechos, sin embargo queda en el ambiente una pregunta: ¿acaso esta es una demostración que el mundo está a merced de las antipatías, resentimientos, intereses, fanatismos de individuos? Lo digo porque en la era Ahmadineyad versus Obama esto era totalmente impensable, el odio visceral era el hilo conductor de esa relación. Lo cual deja en el ambiente una cruda reflexión, a pesar de que la hepatocracia (una sociedad donde gobierna un hígado) ha demostrado tener más prosélitos que la democracia (una sociedad regida por las instituciones), donde los aplausos se llevan los bravucones; las pifias, las leyes; gusta más el gritón bizarro que un político providente, ya en el mundo real los gritos solo ensordecen la racionalidad y deja a los pueblos a merced de la mala disposición de individuos que solo se representan a sí mismos.