El 11 de julio se cumplirán 50 años del derrocamiento del gobierno constitucional de Carlos Julio Arosemena Monroy (quien era vicepresidente en el cuarto velasquismo), por la Junta Militar de Gobierno que lo conformaban Ramón Castro Jijón, Luis Cabrera Sevilla, Marcos Gándara Enríquez y Guillermo Freile Posso (quien, luego, fue separado por sus tres compañeros dictadores). La historia juzgó ya a los diferentes gobiernos constitucionales y de facto, ora por sus aciertos y errores, ora por sus virtudes y defectos. Si algo merece ser resaltado de aquella dictadura militar, es que dictó la Ley de Reforma Agraria que abolió el huasipungo y otros métodos de esclavitud y opresión que soportó por siglos el indio ecuatoriano; la misma tuvo vigencia, desde el 11 de julio de 1964. Asimismo, hubo reformas tributarias que disgustaron a ciertos oligarcas reacios a pagar impuestos y a contribuir con el desarrollo del país. Medio siglo después, el Ecuador se prepara para cambiar la matriz productiva, al amparo de la Constitución y del Código de la Producción. El “jaguar latinoamericano” se dispone -con mucha responsabilidad histórica- para transformar el país, a despecho de quienes sostienen absurdamente que no alcanza “ni a gato con botas”…