El amor al Estado no existe. Se ama a la tierra donde uno nace y crece y lo que uno es. Nadie puede obligarnos a aceptar la superioridad del orden sobre las personas cuando a pretexto de profundizar ideologías se conculcan libertades.
Los derechos inherentes al ser humano deben ser respetados y ningún Estado debe intentar soslayar esa realidad para acometer transformaciones que provoquen una disminución de cualquier conquista personal a favor de un ente. Las mejores luchas para mejorar las hacen los hombres y mujeres libremente y sin tutores. La ley y el orden deben respetarse mientras garanticen la vida y las libertades.
Muchos Estados se han organizado para perseguir a sus ciudadanos por sus creencias y formas de pensar y lo único que cabe en esa situación es la resistencia. ¿Cómo podríamos estar de acuerdo con Estados ya superados como el hitleriano y soviético o como el cubano que actualmente tambalea? Hay que vigilar.