¡Han descubierto el disfraz!
Albert Einstein manifestó: “la vida es muy peligrosa. No por las personas que hacen el mal, sino por las que se sientan a ver lo que pasa”. Nunca como en los actuales momentos hemos sentido el efecto de la desesperación y una impotencia atroz, y que nos repugna seguir hablando de lo mismo, la corrupción. Esta realidad se confirma en los pasillos gubernamentales de la politiquería, las fuerzas del orden y de seguridad, en la religión y en el pensar del ciudadano más común, que ha visto asesinar la democracia convirtiendo al país en un pueblo sin justicia y sin Dios. En este, mi país, todo es posible. No negamos que el virus sea el causante de nuestros quebrantos, pero ha sido el pretexto que ha desnudado la incapacidad y pobreza del individuo indolente de una sociedad decadente. Definitivamente nos ha mostrado la cara de la muerte; quitó la vida a los que no debía para ponernos como ejemplo, y comprobar que no fraternizábamos en comunidad y menos en asumir el rol que a cada uno le corresponde y sacrificarse por el hermano. Al parecer la década ominosa y los tres años de continuación del correísmo, además de los tres meses de aislamiento a consecuencia de la pandemia. Mucho me temo que no han sido suficientes desdichas para asimilar un cambio de vida interior, que es la que se necesita para poder salir adelante mediante actos de solidaridad, trabajo y voluntad. Hemos avanzado en retroceso deshumanizando a la persona hasta en su muerte, y robarles su dignidad y sus ahorros que a ningún gobierno o persona alguna le pertenecen. Se debe volver a escribir la historia, porque lo que fue en el pasado y lo que está en el presente. Siempre recordaremos que se sembró verdades de puras mentiras.