Ni las leyes y peor la Constitución pueden esgrimirse para convertir a los funcionarios en guardianes de la moral e inquisidores. Los recientes dictámenes de la autoridad que dice velar por el buen periodismo denota que se ha convertido en juez de buenas costumbres y del uso del idioma.
Así, decide cuánto puede una persona descubrir de su cuerpo, qué pose debe o puede tener, ¿mañana igual decidirá el alto de la falda, el tamaño del sostén o el color del vestido? Igual con el idioma, no le gusta “preso”, no le parece bien “negro”, no es adecuado “cárcel” etc. todas palabras no solo de uso corriente sino aceptadas por la Academia de la Lengua. Ya pasamos de las épocas en que el discrecional criterio de la autoridad de turno y digo turno porque vendrán otras, sea el referente de moral y buenas costumbres, los ciudadanos no necesitamos tutores.