La situación generada inicialmente en China por la aparición del coronavirus, con características de epidemia que se expande por todo nuestro planeta, nos debe llevar a determinadas reflexiones relacionadas con el hecho de esta interconexión mundial en diferentes aspectos. Vivimos en el siglo en que para cubrir la distancia que hay entre nuestro país y la China por vía aérea, apenas necesitamos 20 horas de vuelo.
En materia de salubridad entonces, no ocurrirá lo que la historia nos relata respecto a las grandes epidemias de la Edad Media como la peste, el cólera o la lepra desconocidas en nuestra América, tampoco las catástrofes europeas con la viruela, el sarampión, la gripe española, la peste negra, el tifus y más, que sólo aparecieron a raíz del descubrimiento y conquista, con la colonización. Hoy, estamos apenas a escasas horas de cualquier parte de la Tierra y con ello, sujetos a esa interconexión que para bien o mal es nuestra compañera.
La afectación que sufre ese grande e histórico país, nos interconecta también en la parte económica, pues siendo la China uno de nuestros principales socios comerciales ya se deja sentir por la caída en la demanda de nuestros productos de exportación, más aún cuando en esta época en que se marca el cambio de año, con celebraciones similares a nuestras navidades y más fiestas occidentales, con esta crisis sanitaria también se produce una drástica baja en el consumo de nuestros productos. Para bien o para mal, vivimos en una época en que la tecnología nos arrastra a la vez, por caminos de facilidades, progresos y desgracias.