El desafío del Presidente para intercambiar golpes con un legislador y el retiro de su reto no me asombran. Sí me alarman, en cambio, los siguientes hechos que rodean a esta ridiculez: el anhelo de una legisladora de sumarse a la tranquiza. Recuerde la respetabilísima dama que, de alguna manera, representa a las personas de su sexo (¿o género? Ahora ya no se sabe).
El secretario de Carondelet que se ofreció a “agendar” la fallida escena. Agendar quiere decir que el encuentro tenía que ser parte de su informe como funcionario. ¿En qué parte le ponía? ¿En sociales? ¿En deportes? Pero tenía otro problema: considerando que “agendar” significa que oficializaba el episodio, ¿dónde iba a ubicar los anhelos de la legisladora? ¿Cómo preliminar? ¿Tenía que consultar con la Presidenta de la Asamblea?Otro dilema: ¿El espectáculo era parte de una cadena nacional? ¿Quién arbitraba? ¿Se invitó a fotógrafos? ¿Algún mensaje a los niños? ¿Iba a retransmitirse cientos de veces o todo quedaba en ‘chiquis’? Por último, pregunto si hubo un simpatizante que le hizo ver la barbaridad que proponía.