Los centros universitarios son entes fundamentales para el progreso del país y la construcción de una sociedad verdaderamente justa, por lo cual una pieza imprescindible para tal objetivo superior son los profesores universitarios. Ser un catedrático de educación superior debería implicar el cumplimiento de un sinnúmero de requisitos debido a que en ellos recae la responsabilidad de formar a los nuevos profesionales de la patria, pero sobre todo a esos profesionales humanistas que traspasan la mera ambición al dinero. Por consiguiente, son tres los parámetros determinantes que debería poseer un docente universitario, más allá de su preparación académica, estos son: 1) Considerar a la excelencia no como un objetivo a alcanzar sino como una práctica constante entre sus estudiantes; sustentada en la perseverancia, el esfuerzo y la capacidad de sacrificio. 2) Poseer la suficiente apertura, tolerancia y talante democrático para permitir la construcción de ideas a partir del debate en contraste a la aceptación de verdades únicas, formando así estudiantes analíticos y críticos. 3) Finalmente, no se puede concebir un profesor que carezca de cualidades de liderazgo para orientar con autoridad moral a sus estudiantes; por ende el alma de la educación superior es el profesor, mis respetos para todos aquellos que verdaderamente legitiman su apostolado en las aulas día tras día.