Confieso ser parte de los ecuatorianos que “profesan” esta disciplina deportiva. Desde infante asisto regularmente a los escenarios. Prefiero, por hoy, no divulgar el nombre del club de mi predilección, para que no se juzgue, mi criterio, como sesgado.
Quien no reconozca los logros de la FEF presidida por el señor Luis Chiriboga, es que no lo quiere hacer por algún interés personal; clasificar a un Mundial era una quimera, hemos estado en dos, y, hoy caminamos por buen andarivel en busca de la tercera ocasión.
Pero, lo cierto es que, el fútbol profesional ecuatoriano tiene varias excentricidades que finalmente las paga el público. Pensar que un médico que trabaja para el Estado gana mil dólares, un profesor fiscal contratado, tiene una remuneración de 340 dólares y el mismísimo Presidente de la República ha manifestado, ganar cinco mil dólares mensuales; contrastando con esto, futbolistas que perciben sueldos de 45 mil dólares, dinero que un galeno lo haría en 4 años.
Un educador en 12 años y primer mandatario en 9 meses. La gran mayoría de integrantes de los clubes profesionales ganan un sueldo promedio del doble de un asambleísta. Se contratan jugadores extranjeros con sueldos desmedidos, no pocos, para calentar la banca. Entrenadores que vienen con equipo propio, incluido hijos: unos y otros con departamento, auto y más prebendas. Amables lectores, ¿qué les parece esta paradoja? Señora Ministra, cerremos los centros de educación e instalemos escuelas de fútbol.