Han pasado ya casi 20 años desde que Estados Unidos expulsó a los talibanes del poder. El país norteamericano ha defendido esta situación argumentando que es una “guerra contra el terrorismo”. Durante esos años se ha intentado implementar una democracia moderna, luchar por los derechos humanos de los afganos y lo más importante entrenar soldados afganos para hacer frente al temido grupo paramilitar de los talibanes.
Dotar al ejército de Afganistán costó 1.2 billones de dólares a la Casa Blanca. Entrenaron a 300.000 soldados afganos, abastecieron con armamento de última generación y apoyaron con tropas estadounidenses en esta guerra. Tras la toma de Afganistán por los talibanes en este año y la retirada de Washington del país centroasiático, se ha catalogado esta situación como un verdadero fracaso y gasto de fondos de los Estados Unidos. De acuerdo a datos del canal de televisión Teletrece, el volumen y nivel de armas que se dejó a los talibanes es impresionante. Un total de 600.000 armas ligeras, 76.000 vehículos militares, 16.000 lentes de visión nocturna y 162.000 radios y equipos de comunicaciones.
De esta forma la “inversión” estadounidense queda traducida a un tremendo gasto, la guerra en muerte y la potencia mundial estadounidense en decepción mundial. Incluso el expresidente Donald Trump tituló esta situación como una humillación para el país norteamericano.
Considero que no solo es una derrota de los Estados Unidos, es una derrota de todos quienes luchan por el desarrollo, la inalcanzable utopía y el respeto a los derechos humanos