En bóvedas, propiedades, acciones o cuentas secretas, las fortunas de “líderes” muertos suman, según sus detractores, millones y billones de dólares. A Arafat, quien al presidir la ANP decía “no tener ni para pagar los salarios”, se le han descubierto cuentas con cientos de millones de verdes billetes y, hasta su viuda, pasa sus pesares en París y se enjuga las lágrimas con 100 00 dólares mensuales. El difunto Gaddafi no se queda atrás por sus excentricidades de magnate e igual sus millones descubiertos. Tal parece que esta legión de “muertos ilustres” concursaban para saber quién deja al mundo el testamento más gordo. Así: Ceausescu, que prohibió los anticonceptivos, pues tener hijos en medio de la hambruna de Rumania era un “deber patriótico”; así, Chávez que le han contado al menos 10 Hummer paseando a su “real familia”; así, Kim Il-Sung; así, Hussein; así, Mubarak; así, Kirchner; así, cientos de muertos con suerte y ciento de “vivos” que aún no se les han descubierto sus fortunas secretas.