La crisis que afecta a los pueblos mediterráneos, especialmente Grecia, Portugal y España tiene como trasfondo la fiesta que sus gentes han disfrutado estos últimos años.
Subsidios abundantes, gasto público en exceso, leyes laborales rígidas, jubilaciones tempranas y consumismo generoso hizo pensar a los mediterráneos que podían ser iguales a los germanos, daneses y más nórdicos. Estos, personas más bien ahorradoras, frugales y con fuerte ética de trabajo. Pensaron, especialmente los españoles, que “volver “ a ser europeos les otorgaba el derecho a tener un gran festín y que la factura debían pagar los alemanes y franceses A esto se limita la crisis del Euro, unos trabajan, ahorran, son frugales en sus gastos, tienen subsidios muy limitados mientras otros la pasaron de juerga.
La lección para todos, incluidos nosotros, es que los festines, el despilfarro de recursos, el exceso de subsidios y el gran gasto público, que es sostenido parcialmente con deuda, trae consecuencias. Ninguna sociedad, en el tiempo, puede mantener un tren de vida mas allá de lo que genera, las deudas hay que pagarlas y si bien los países no quiebran, si sufren sus pueblos las consecuencias de bajo crecimiento, desempleo e incertidumbre económica; ni los revolucionarios del socialismo del siglo XXI, que por cierto no son muchos, se libran de estas realidades. No se requiere ser adivino para pronosticar que la fiesta con gasto excesivo, subsidios por doquier, alto consumo y bajo crecimiento generador de empleo tendrá costos, unos serán los que farrearon otros pagarán la factura.