¿Es legítimo festejar los 90 años de quien sumió a su país en la más espantosa pobreza de su historia y en la absoluta conculcación de las libertades? Si, el comandante Castro ha sido y será un personaje histórico, porque la historia lo recogerá, igual que lo ha hecho con Stalin, Hitler, Trujillo, Somoza, Stroessner, Pinochet y tantos otros sátrapas.
La Cuba de antes de la revolución castrista fue el país latinoamericano de mayor desarrollo si se tiene en cuenta su ingreso per cápita, su nivel educativo y la atención de la salud. Cierto que con serios problemas de corrupción y bajo la dictadura infame de Fulgencio Batista, pero hay que juzgar el mundo de 1959 con la realidad de ese momento.
Pero hoy, luego de 57 años de castrismo, Cuba es un país azotado por la crisis y la escasez, en donde faltan bienes básicos para atender las necesidades elementales de su pueblo, que no ha dejado de arriesgar su vida montándose en frágiles embarcaciones y echándose al mar infestado de tiburones, en su desesperación por alcanzar el territorio de Estados Unidos en el que recibe inmediato asilo en aplicación de la Ley de Ajuste Cubano.
Cuba, a lo largo de su historia, ha dependido de subsidios. Originalmente de Estadios Unidos, que compraba el azúcar a precios significativamente mayores que los del mercado mundial.
De la Unión Soviética cuando, ya con Castro, quiso convertir a la Isla en la punta de lanza del comunismo. De Venezuela, cuando Chávez y Maduro le han enviado 100.000 barriles diarios de petróleo a precio nominal y pagadero en médicos cubanos y miembros de la seguridad del Estado. Los 57 años de Castrismo no han podido desarrollar el país, sino que su nivel económico y de derechos humanos lo coloca, penosamente, en los últimos lugares de Iberoamérica. Y la revista Forbes, que cataloga a las personas más ricas del mundo, ha colocado a Castro como poseedor de una fortuna de más de 2.000 millones de dólares.