¿Feria del libro?

No recuerdo y es para lamentarlo, una pobreza de ideas, organizativa y material como aquella que ha movido los hilos y oscurecido en días pasados la última Feria del Libro en Quito. Habrá advertido alguien, entre los eminentes organizadores, que para esas fechas veníamos de concluir una muy gris Feria del Libro de Guayaquil y que, en los mismos días de la Feria de la capital, se iniciaba la relevante y monumental Feria del Libro de Guadalajara?
Si los organizadores –la cada vez más invasiva burocracia prepotente e inmóvil del país– habrían puesto alguna atención y voluntad, quizá el resultado hubiese sido algo más digno. Pero no… ¡qué va! He concurrido a estos ciclos en muchos lugares del mundo y por tantos años en el país y pocas veces he observado cómo pueden coincidir en un mismo recinto: la desidia, el atropello, el dispendio de fondos, la inexistente oferta editorial, las cabañas ideológicas, la cursilería más grosera con la evidente inoperancia y el mal gusto. Quienes acudieron a ese emplasto ferial seguramente me puedan entender y, mientras tanto, no hay quién ponga orden en este dispendioso y truculento corrillo pestilente.

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