En estos tiempos, en nuestro país y el mundo, somos testigos de un exagerado fanatismo de los seres humanos hacia causas religiosas, políticas, deportivas.
Esta pasión exacerbada, irracional, desmedida y tenaz ha desembocado en una ola humana de intolerancia muy grande, la cual no permite la comunicación racional entre todos los seres humanos.
El fanático involuntario es un ser manipulable. El fanatismo voluntario es utópico.
Hoy ir a un estadio, a observar un partido de fútbol, es una audacia. El fanatismo no tiene límites y consecuentemente la intolerancia conlleva a actos violentos contra sus rivales.
Los fanáticos religiosos han llegado a extremos increíbles. Son sumamente intolerantes y agresivos contra quien no comparte sus ideas.
Han llegado a su propia inmolación, en nombre de la fe que profesan, manipulados por otros.
Los fanáticos políticos son ciegos definitivamente. No ven más allá de sus narices. La intolerancia política ha llevado a la división de la sociedad e inclusive de las familias.
Es hora de dejar de lado el fanatismo y la intolerancia. Demos ejemplo y seamos apasionados pero tolerantes con quien no comparte nuestras ideas u opiniones. Seamos buenos ciudadanos ecuatorianos.