Desde hace años nos vienen hablando de la solidaridad social, del compartir, de que todos somos iguales. Lo recalcan desde los gobiernos, desde los movimientos sociales, lo están enseñando en las escuelas.
Pero no tomamos en cuenta un término crucial en la ecuación social: la competitividad, el espíritu competitivo, el cual nos hace actuar y luchar para ser los mejores. Tengo la impresión que estamos fallando en enseñar a los jóvenes a ser competitivos.
Incentivando la competitividad académica, el espíritu competitivo en las escuelas y colegios, lograríamos estudiantes de alta calidad, que serían la base, el motor para el desarrollo y la generación de riqueza de la nación. Porque una nación sin riqueza, no tendría nada que compartir, y la solidaridad no cumpliría su misión de mejorar la vida al desposeído. Es vital que el Ministerio. de Educación replantee la manera de estimular a los jóvenes a buscar la excelencia académica, que no se logrará únicamente con mejores infraestructuras educativas ni mejores profesores.