Haciendo un recuento de lo que ha sido el 2019 no es difícil concluir que la falta de diálogo y comunicación oportuna nos han llevado a perder muchas cosas, las más importantes: la paz y el respeto, nos vimos sumidos justos y pecadores en un remolino donde todos perdimos, no hubo salvadores ni salvados, nos quedó un amargo sabor y una tristeza.
Pero esa es la lección para no repetir; esperemos al 2020, con fe y esperanza de que desde el lugar que ocupemos como bandera tengamos la práctica de valores, porque pienso que sólo así saldremos adelante. Sin esperar que nadie nos componga la vida, hagámoslo desde adentro, desde la familia y esperemos que las cosas vayan mejor en este nuevo año.