Por lo menos, en un juego de la imaginación puede una persona decirse: “Qué fácil es ser millonario en nuestro país”. Cuestión de hacerse politiquero, tomar el poder a como dé lugar, provocar con una pésima forma de gobernar el rechazo de la prensa o de amplios sectores pensantes de la ciudadanía.
Fustigar ese rechazo con insultos burdos y enjuiciar a algún periódico o periodista más franco, valiente y radical, y demandarle unos ochenta milloncitos de dólares (y con sadismo pedir la cárcel para esos ilustres periodistas).
Es decir, hacerse del poder para enriquecerse. Del resto, que haya desempleo, y que la delincuencia ataque al pueblo en forma brutal, al “Mandatario” qué le importa. ¡Viva el nuevo millonario y sus adláteres; buen provecho Presidente!