A criterio de la idiosincrasia nacional, en el año 2008 se aceptó la implementación de una entidad cuya injerencia llegaría ser tal, que hoy su nombre es sinónimo de poder y símil de miedo. El trabajo realizado por el Consejo Nacional Electoral más sus esfuerzos por no tomar responsabilidad dentro de las elecciones para Cpccs, dificultaron otorgar un voto a los postulantes de este organismo ya que muchos de ellos se relacionaban con banderas políticas.
Como ya es casi una tradición, las elecciones terminaron en medio de dudas, confusiones y desconfianza. Una parte del país no ha sabido qué hacer con su voto respecto a los candidatos del Cpccs; futuros encargados de la designación de autoridades, cuyo peso llega hasta otras funciones como lo son la electoral o judicial. Los resultados hablan por sí solos, hoy el país sufre los estragos de las 2 “nuevas” funciones implementadas en el estado nacional, antes llamadas poderes.
La manera de comunicar la importancia que tenía este proceso electoral, respecto a dichos aspirantes, es una deuda que nos deja la clase política nacional pero sobre todo un peso que cargan aquellos partidos que surgen como oposición. Hoy ya se habla de consultas populares y medidas por demás apresuradas que no solo permiten al ciudadano cuestionar la creencia que califica al voto nulo como es una costumbre antidemocrática, también redimensiona el papel que puede tener este organismo.
Sin duda el país vive un estado post elecciones que guarda más silencio que nunca. Se necesita encontrar una solución que nos permita entender hacia donde irán las metas planteadas en la misión y visión del Cpccs. Podríamos proponernos entender cuál es la concepción que se tiene de esta institución para que comprendamos que somos más que un porcentaje electoral dentro de la mesa de planificación de un buró político.