El exilio de Dios

Primero le prohibieron la entrada en escuelas y colegios; luego fue expulsado de las aulas universitarias. Ha sido desahuciado de los hospitales. De los quehaceres de la política, de la Constitución y de las leyes ha sido deportado. Fue desalojado de las viviendas y de los corazones humanos ha salido repudiado.

Las nuevas generaciones han convertido a Dios en un ser extraño, lejano e innecesario. Hemos creado una sociedad que ha renunciado al Creador.

Confundidos, los hombres deambulan sin rumbo por un mundo que es incapaz de diferenciar lo bueno de lo malo. Idolatran a un único dios representado por el amor al dinero y a sus propias personas. Están cargados de “valores” desechables, fungibles y despreciables.

De poco sirven los sabios consejos divinos sembrados a lo largo de las páginas bíblicas, cuando nuestra juventud ha sido víctima de un severo taponamiento de oídos con el cerumen de la ignorancia y de las falsas creencias. Su visión ha sido obnubilada con espejismos que distorsionan el recto camino y sus corazones han sido convertidos en templos egocéntricos que prohíben sentir y compartir el amor verdadero.

La última esperanza es que se espabilen y busquen el conocimiento que proviene de lo alto; de lo contrario, el recorrido que les queda es el de una interminable y empinada cuesta abajo.

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