Es una persona experta (hombre o mujer) en asuntos de Estado o en política. También puede designar a personalidades políticas reputadas y con capacidad suficiente en caso de acceder al poder.
Estas personas están por encima de las divisiones partidarias y de los sectores, en creativa búsqueda del bien común. El estadista impulsa medidas de sencilla y segura implementación y hace del Estado un instrumento de servicio a la nación. Churchill lo definió como un individuo que piensa en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones.
El estadista también conocerá y hará cumplir la –no su- Constitución. Nadie asevera que el estadista es el que inventa más constituciones y el hecho de que en Ecuador vayamos por la vigésima evidencia que no estuvimos conformes con las anteriores y que cada ‘estadista’ se confeccionó una flamante a su medida para tampoco cumplirla.
El ejemplo más patético es la de Montecristi que duraría 300 años y ha sido prostituida en iguales cifras por su inventor; quizá por ello nuestro país ocupa el puesto 120 de 176 corruptos y cada ecuatoriano nace endeudado en USD 2 319. La incipiente iniciativa de una Cámara de reunir a los candidatos para que se expresen y ‘pinten’ su vocación de estadistas, ya fue boicoteada -con fuga incluida- por el principal aspirante a convertirse en el estadista que no fueron ni soñaron ser sus antecesores.