A propósito de la conmemoración del asesinato de Eloy Alfaro la voz oficial clama venganza, 100 años después. Ataviado con una camisa étnica, cabalgó el caballero y recibió la espada de Alfaro en Montecristi, en su empeño por borrar la huella de los últimos decretos que han llevado al desempleo a miles de empleados del Estado, provocando zozobra en los hospitales públicos. Luego de cinco años de campaña electoral ininterrumpida arremete contra el clero y la prensa de hoy, les acusa de ser los autores intelectuales de la Hoguera Bárbara de ayer. Confunde ex profeso la época y los personajes “…recuerden, ellos son los que asesinaron a Alfaro…”. Como Chávez, pero menos original, evoca los fantasmas del pasado para exorcizar los supuestos demonios del presente. “Si el presente pretende juzgar el pasado, perderá el futuro”, decía Churchill, ante este tipo de demagogia populista que subestima el emotivismo moral (Hume) del pueblo, verdadera espada de Damocles que pende sobre la cabeza del improvisado jinete.