Cuando el régimen intentó gravar las herencias y la plusvalía, cosa que todavía está pendiente, se disparó en un pie. La gente se volcó a las calles a protestar y a demostrar su descontento. Lo que consiguieron, entre otras cosas, fue desestimular la inversión en bienes raíces y la industria de la construcción se fue al garete. Con ese proyecto, el Estado habría recaudado alrededor de 20 millones de dólares al año.
Ahora, con el rimbombante nombre de Ley para el Equilibrio de las Finanzas Públicas, se está disparando en el otro pie. El pueblo está volviendo a calentar las calles. Recaudarán algo como 300 millones de dólares al año; es decir, una veinteava parte del déficit fiscal que es de 6 000 millones de dólares. En otras palabras, los nuevos impuestos no servirán para otra cosa que para gasto corriente.
Qué duda cabe: estos proyectos de ley, muy poco tienen de recaudatorios. Son leyes ideológicas que buscan maquillar una crisis existente que se empeñan en negar.
Como decía el genial Quino: están tapando los ya para que sigan pareciendo todavía.