Desde la instauración del socialismo del s. XXI en 1999 y continuado por el actual presidente, no existe un solo acto político que demuestre un signo de rectificación o reforma en la línea de satisfacer los requerimientos básicos de la población, que, cansada de esperar, abandona el país en busca de un futuro de esperanza en otros de la región.
No han servido de nada las medidas económicas de EE.UU.; las invocaciones del Papa y los llamados de la Unión Europea, de los organismos internacionales como la OEA y la ONU, han caído en saco roto. Después de presenciar este escenario, la gran pregunta es cuál va a ser la situación de Venezuela en el mediano y en el largo plazo, a sabiendas de que es un gobierno sostenido por la fuerza, como lo fue la URSS y sus “satélites”; como corea del Norte y Nicaragua. Donde no hay democracia y el gobierno se mantiene por el apoyo de una casta militar y policial, no va a pasar nada.
El presidente de Venezuela aspira a terminar su mandato; estarán esperando ceñirse la banda presidencial el Sr. Cabello o la Sra. Rodríguez; el modelo continuará por años, hasta que el experimento estalle desde adentro y se conduelan los países vecinos para contener una catástrofe humanitaria. En esta perspectiva, que podría ser vista como ficción, se puede esperar el cambio del mapa de Sudamérica, que por la fuerza de las circunstancias la comunidad internacional se vería abocada a reconocer que Venezuela es un Estado inviable.