Un otrora equipo grande del fútbol del Ecuador agoniza ante el desparpajo de sus actuales directivos, por la absurda idea de no adelantar las elecciones y por no haber tenido el decoro de presentar la renuncia ante el descalabro de Tucumán.
Una presidencia que se ha empeñado en enfrentarse con la hinchada, una presidencia que desmanteló el equipo para enfrentar la Copa Libertadores y una actitud prepotente, soberbia, al haber asegurado que “ellos sí saben de futbol”; nos está llevando derecho al abismo de la serie B. Tiempo de cambios y que se permitan los señores militares recibir la experiencia de gente joven que ama al club, de gente roja de corazón, que junte en vez de dividir y retome al club para enrumbarlo a sitiales estelares.