Los partidos políticos se han hecho el haraquiri; con el pacto “mordoré” y el contubernio liberal-socialcristiano por una vicepresidencia, comenzó el suicidio político; entonces no cabe quejarse de la carencia de élites políticas; económicas sí hay: más de 100 grupos económicos poderosos; sus dueños están conformes en su prosperidad, a pesar de sus quejas públicas.
Élites intelectuales hay, pero no son notorias porque carecen de medios; hay “intelectuales” en grupúsculos mediáticos o académicos; hay intelectuales auténticos y muy valiosos entre la juventud (y es imperdonable que no se den cuenta sus “maestros”); con el apogeo de la comunicación hay una pléyade de jóvenes eruditos que ya encontrarán el camino de la creación y el genio. No cabe ser pesimistas solo porque la juventud no aplaude a los falsos demócratas, cuestiona su veleidoso sentido crítico, su carcamal democracia que no gana votos o su “tontear en un artículo de prensa o algún párrafo académico”, como escribe alguien.
¿Por qué será que nadie ejerce el viejo, poderoso y sagrado derecho a la resistencia? ¿Por qué no hay élites opositoras a pesar de que todo Gobierno es minoritario en sí? Creo que es porque se ha comprendido la vida. Dice Bergson: “La inteligencia se caracteriza por una incomprensión natural de la vida”.