Los valientes venezolanos son dignos herederos de su héroe Simón Bolívar, que no se cansó de pelear por la libertad de su país. La constancia fue una de sus virtudes, casi siempre vencido en sus primeros combates, volvía cuando los españoles lo creían fugitivo, a presentarles otro más formidable. No se detenía ante el peligro ni le desalentaban las desgracias.
Los venezolanos de hoy, hombres y mujeres, salen diariamente de sus casas a protestar en las calles, en las barricadas, sin más armas que el valor para luchar por sus segunda independencia, para expulsar al tiranuelo que convirtió al país más rico de Sudamérica, el quinto país productor de petróleo en el mundo, en el más pobre, donde escasean medicinas y alimentos. Saben que no es seguro que regresen de las protestas porque van 113 muertos en un poco más de 100 días: jóvenes, mujeres, menores de edad, mayores. Como Bolívar, no renuncian a vencer o morir en la lucha contra quien aspira a instaurar una dictadura perpetua, como lo hicieron otros en Centro y Sudamérica. Parece que el Libertador comenzó a erguirse de su gloriosa tumba para guiarlos a la democracia y la paz. Seguramente triunfarán. Los pueblos de América estamos obligados a apoyarlos en todo momento.