Nos encontramos en la recta final de recibir las ansiadas utilidades, pero también recordemos que el año 2020 fue pandémico y por ende las utilidades fueron diezmadas abruptamente en muchos sectores de la economía. Pero si tienes adicionalmente la mala práctica de calcular con exageración tus utilidades con un año de anticipación para luego proyectar un gasto mensual y estilo de vida apuntalado previamente en tus tarjetas de crédito, estarás en serio aprietos. Y en el otro sentido, si proyectas un cobro simbólico de utilidades y en el momento de recibirlo es superior a tu proyección conservadora ese adicional debería destinarse directo al ahorro y no al gasto corriente.
Recodemos que la población mundial no ha salido del covid-19 y de sus mutaciones o cepas. Esta guerra microscópica no ha terminado todavía. Por eso es el momento de ser más conservador y mesurado con este dinero extra a recibir. Las prioridades financieras y de bioseguridad cambiaron y el tan deseado retorno a la normalidad demorará y dependerá del esfuerzo de todas las naciones para evitar exportar o importar virus por fallas en sus fronteras regulares o irregulares. Lo que sí es seguro es que toda aglomeración turística, religiosa, transportación masiva de personas sin bioseguridad seguirá siendo un alto riesgo para la transmisión de cualquier virus. A futuro, una persona con gripe, neumonía, tos aguda etcétera deberá utilizar obligatoriamente una mascarilla para evitar ser sancionado por ser considerado un delito de salud pública, peor aún la mala costumbre de escupir en la calle o estornudar en la cabeza del que va sentado al frente. El presupuesto familiar y gubernamental deberá considerar un rubro de bioseguridad preventiva. La tribu más disciplinada es la que terminará saliendo avante y no necesariamente una potencia mundial con ciudadanos indisciplinados, cansados y aburridos del encierro.