Hace poco leí una entrevista con el economista Ramiro González, exdirector del IESS y flamante Ministro, en la cual, a fin de solucionar el posible hueco financiero que revela un estudio actuarial, sugiere el aumento en la edad de jubilación como una reforma a la Ley de Seguridad Social.
Para justificar tal reforma, menciona que “Cuando se hizo la actual ley había una expectativa de vida de 58 años. Hoy es 78” y que “hay personas de 60 años que están tremendamente activas todavía y que a esa edad aún no quieren retirarse”.
Sorprende entonces que, con esos datos, la ley vigente haya establecido la edad mínima de jubilación en 60 años, es decir, dos años luego de que el afiliado esté muerto y también sorprende el segundo argumento, si se considera que la política gubernamental, que se aplica, es de renovación generacional y la del sector privado es la de no contratar personal mayor de 35 años y despedir a quienes sobrepasen los 50 o se acerquen peligrosamente al derecho de jubilación patronal.
Entonces, las personas tremendamente activas, seguramente serán los políticos que se acomodan en cualquier Gobierno y algunos burócratas con palanca que, dado su sueldo, no se resignan a descansar.
Es mi opinión que hablar de una reforma tan sensible como el aumento de la edad de jubilación, cuando la posibilidad de una crisis se presentaría en el año 2050, es totalmente inoportuno.
El tema puede debatirse en el tiempo y sería mejor que se lo haga cuando en la Asamblea Nacional haya mayor equilibrio. Total, en los 37 años que faltan podrían suceder muchas cosas favorables al afiliado que ayuden a solucionar el déficit, hasta se podría acertar en el nombramiento de los directivos del IESS.