Causa indignación y vergüenza la forma tibia y pacata con la que el gobierno se pronuncia sobre la crisis humanitaria de Venezuela. El comunicado alambicado y lleno de lugares comunes, concluye con la no intervención en asuntos internos y el deseo porque el diálogo resuelva los conflictos, a sabiendas de que el régimen de Maduro ha engañado a quienes, como Rodríguez Zapatero y el enviado del Vaticano han tratado de promover los diálogos, persigue a su pueblo, asume el poder omnímodo, asesina a sus ciudadanos en las calles y les condena a muerte lenta por falta de alimentos y medicinas. El éxodo venezolano no tiene parangón en la historia latinoamericana reciente.
Vale recordar que la revolución ciudadana –que continúa en el poder, y en varios casos con los mismos personajes– ha intervenido abiertamente en asuntos internos de otros países. Así:
En Honduras, cuando la destitución de Zelaya decidida por el Congreso en 2009, Correa se trasladó en avión especial, traje de fatiga, equipo médico y pintas de sangre para reintegrar a Zelaya. Prefiero morir en defensa de la democracia que aceptar una dictadura exclamó el caudillo. Y decidió por sí y ante sí que el Congreso de ese país había actuado ilegalmente.
En Paraguay, cuando el Congreso, luego del juicio político, destituyó al presidente y obispo Fernando Lugo, en 2012, también hubo vestiduras rasgadas y llanto copioso. No se reconoció al nuevo gobierno. Se sostuvo que la decisión del congreso paraguayo era inconstitucional.
Y en Brasil, cuando en 2016 el Senado destituyó a Dilma Rousseff por haber maquillado la situación fiscal tomando préstamos de bancos estatales, el gobierno de los 10 años intervino directamente en asuntos internos de ese país, retiró al embajador en Brasilia y hasta ahora no se han restablecido plenamente las relaciones diplomáticas con la mayor economía de América Latina.
En el caso de Maduro Ecuador aparece alineado con Morales, Ortega y los pequeños islotes caribeños dependientes del petróleo venezolano. El presidente Moreno no puede seguir permitiendo el doble rasero para juzgar y actuar según conveniencias de agrupaciones políticas internacionales. Las acciones diplomáticas son miradas con especial atención por otros países con los cuales se busca un mejoramiento de las relaciones y por posibles inversores a quienes se llama con ahínco.