Es necesaria una reflexión fundamentada sobre la situación que vive el país luego de diez meses de crisis. Tiempo difícil pero suficiente para demostrar objetivamente la lamentable situación nacional. La estructura estatal fue incapaz de enfrentar el embate presentado en marzo del 2020 por el covid 19.
La salud imposibilitada para atender a los pacientes dejó una secuela trágica de muertos, con hospitales saturados más la carencia de medicamentos. La educación desconcertada ante los urgentes cambios pedagógicos y metodológicos, con docentes impreparados para el uso y aplicación de otras técnicas y procedimientos. Las empresas al cerrarse aumentaron el desempleo y la pobreza. El comportamiento poblacional fue, y aún es, contradictorio al impugnar de modo incomprensible e increíble las disposiciones de las autoridades competentes, se ordenó, entre otras medidas, permanecer en casa, evitar reuniones masivas, limitar el transporte, usar mascarillas y cumplir el distanciamiento social. La respuesta del pueblo expresa la oposición tradicional con desobediencia, inobservancia y protesta para ostentar suficiencia, poder y autoridad.
Ecuador, tierra privilegiada, está colapsado, quebrado. Las autoridades son cuestionadas, se financia con préstamos, sin orden, víctima de la corrupción. El motivo se halla en la orientación de la sociedad por la confrontación entre la espiritualidad y la materialidad.