Es la hora del dolor de nuestra patria caída en desgracia, del padre y el hijo muertos abrazados recubiertos del polvo del amor. Es hora de pensar que todo es efímero, como el señor que iba con su esposa en el auto y de pronto le cayó el puente, no tuvo tiempo ni siquiera de decir pío, peor Dios mío.
Lleva por eso siempre tu conciencia tranquila tu servicio levantado, tu mano presta a ayudar al que lo necesita. Sé libre y feliz actuando con cariño. Es la hora del dolor de nuestra Patria; por favor, no vayas a cobijarla de política. Sé tan solo útil desde donde creas que te necesitan, unos irán al sitio mismo del dolor; otros verán la necesidad de apoyar con dinero; muchos, porque este pueblo es de fe, doblarán sus rodillas, elevaran su pensamiento pidiendo a Dios misericordia en el cielo.
¡Que todos te vean, hermano!