USD 60 por una consulta que no dura más de 15 minutos, la doctora no se basa en ninguna historia clínica y rápidamente escribe una receta. Los medicamentos hay que comprarlos en un local recomendado por la misma doctora y la factura sobrepasa los USD 150. El problema se agrava y dos meses después hay que regresar a otra consulta, el paciente explica a la doctora que los productos en lugar de curar han empeorado la situación, la doctora atribuye que eso no puede pasar, maltrata verbalmente al paciente y receta otros productos ahora para curar lo que causaron los medicamentos anteriores. Lógicamente estos nuevos medicamentos también son vendidos en el mismo local; la nueva factura USD 100,00 dólares. Este es uno de los tantos casos que se viven a diario con doctores que han hecho de su profesión un negocio redondo. Me saco el sombrero frente a los doctores que no se han dejado tentar por esta práctica y son fieles a los principios de una de las profesiones más loables del mundo.