La vicepresidencia de la República en estos últimos años ha sido un espacio para que su principal autoridad deje al descubierto que hacían con las responsabilidades que se les había encomendado; cayendo así en la tentación de dar mal uso a los dineros del Estado. Lo poco que han investigado de los últimos 10 años de la administración pública del sector Ejecutivo, arrojan resultados alarmantes por parte de la justicia que han llevado a destituir en menos de dos años a dos vicepresidentes de la República. Prófugos de la justicia desde el ex presidente de la República que gobernó toda una década, hasta ministros de Estado.
Se le acusa públicamente al presidente de la República en funciones que en tan corto tiempo de su mandato tenga dos vicepresidentes, el uno destituido por corrupción hoy preso, y la otra reconociendo que si había cometido el delito.
El Licenciado Presidente rebuscó entre millones de ecuatorianos para elegir a Otto, un joven emprendedor que dejó que su cuerpo hable más que su boca al inclinarse en posición de “santidad”, ante los asambleístas que lo nominaron, presentándose como un conciliador.
Los que lo vieron le creen, le dieron el derecho a la duda y le dan la oportunidad de ser el segundo a bordo de un país que políticamente es ingobernable.
Llamó la atención que un sector de los asambleístas hayan hablado de que se buscaba un vicepresidente con perfil ético y valores; más que un PhD.
Con espíritu comprometido como que ya la tercera es la vencida decidieron que Otto, como quiere que lo llamen el Vicepresidente, le nombran condicionando a que actúe con ética y valores.
Carlota Íñíguez