Día de luto indiscutible para el fútbol mundial y desde luego para la Argentina por el fallecimiento de Diego Armando Maradona, crack inigualable, personaje atípico inclusive endiosado por fanáticos gauchos profundamente confundidos que se atrevieron a levantarle una iglesia, error craso que hizo que Diego se confundiera aún más como ser humano. Fueron dos citas mundialistas (México 1986 / Italia 1990) testigos de sus genialidades como futbolista, en ambos casos lideró equipos extraordinarios que llegaron a la cúspide del futbol de élite.
Sus demostraciones de fútbol vistoso, efectivo, inteligente no han podido ser emuladas en su real dimensión, el espectáculo que ofrecía en cualquier gramado fue único; durante su carrera como futbolista profesional, atesoró varios títulos tanto con la selecciona nacional argentina como con los clubes de fútbol donde paseo su clase.
Sus ejecutorias futboleras y expresivas fuera de la cancha lo convirtieron en representante nato de la cultura popular argentina y napolitana. Sin embargo, es necesario reflexionar sobre otro aspecto, el de Maradona – persona, ya que indiscutiblemente se erige como representante de bambalinas convertidas en temas trascendentes. Su deceso como futbolista que no sea pretexto para convertirnos en ageógrafos (biógrafos de los santos) como expresa Marcelo Dotti, ya que es usual que la iglesia católica convierta personas comunes y corrientes en santos, de ahí que, a otro argentino que maneja uno de los países más ricos de la tierra lo llamen el “santo padre”. ¿Será acaso el síndrome de decadencia de valores y la confirmación de una postura cultural sin bases sólidas?
Lo bueno que se debe rescatar es el reconocimiento a la figura descollante de Maradona como futbolista; lo malo, sus evidentes adicciones y enfermedades; y, lo feo el aparecimiento en cámara de algunos dictadorzuelos que, aprovechándose del momento, emitieron mensajes subliminales de pacotilla.
Mi admiración a Diego Armando como futbolista-líder (en su momento) y tristeza por sus ejecutorias como un ser humano con aciertos y errores, debiendo eso si destacarse su inefable amor para su madre, de no haber negado sus raíces y otras características que le dieron un sello especial como un ser humano. Paz en su tumba.