Señalan los filólogos (expertos en lenguaje) como Jean Baudrillard, que una cosa es la verdad y otra es el “discurso de la verdad”. No es fácil separar estos dos aspectos, pues la publicidad los “identifica”. Hoy respiramos un estado de propaganda, gracias a la mayor inversión en imagen publicitaria de la historia (cuyo monto es secreto de Estado). Para construir del “proyecto” de discurso único de la “revolución ciudadana”, la matriz de propaganda oficial proscribe todo término que pueda articular o armar otro “discurso alternativo de la realidad”. Mientras tanto, el estado de propaganda, sistemáticamente acuña nuevos eslabones para una “cadena discursiva”, cada vez más y más consistente, compacta, y casi hermética, sin apartarse de su libreto original, sincronizado como un relojito suizo. Hoy el pensamiento único del “buen vivir revolucionario” coloniza el imaginario nacional con la terminología exclusiva, sin admitir competencia interpretativa alguna. Así, el discurso oficial cunde -como un virus del lenguaje- sin que nadie pueda definir expresiones encriptadas, como: “cambio de la matriz productiva”, “soberanía alimentaria”, “patria para siempre”, “socialismo del siglo XXI”. “contextualización informativa”, “autoría coadyuvante”, “consulta prelegislativa”, Todos estos membretes unidos articulan el pensamiento único en el diccionario del “buen vivir”.