La crisis de la diáspora venezolana es un fenómeno que ha llegado a afectar la cara entera del continente latinoamericano del siglo XXI. La inviable y nefasta gestión de Nicolás Maduro ha hecho inevitable la migración masiva de la población hacia países vecinos tales como Colombia, Ecuador, Perú o Chile. Se estima que para junio del 2019, el número de migrantes y refugiados venezolanos supera los cuatro millones.
Sin embargo, esta crisis no solo nos muestra el fracaso total del socialismo del siglo XXI en Latinoamérica, sino que revela también el nivel de xenofobia, discriminación, chauvinismo e ignorancia que puede llegar a tener el individuo latinoamericano.
Actualmente, en el territorio ecuatoriano, hay casi trescientos mil migrantes y refugiados provenientes de Venezuela. De estos, la mayoría son familias, gente honesta, trabajadores que simplemente intentan huir del caos de su país. A su llegada, hacen lo posible por integrarse y ganarse la vida después de un cambio tan abrupto como el verse obligado a dejar su tierra.
Desafortunadamente, además del trauma de salir de su país por necesidad, se ven obligados a recibir discriminaciones. Miedos ignorantes y nacionalistas llevan a algunos ecuatorianos a tener comportamientos y reacciones infundados e incongruentes; una discriminación hacia un pueblo hermano.