Un ser humano, después de leer un buen libro, nunca volverá a ser el mismo, reza un proverbio. El padre del Psicoanálisis decía; “para que la biografía de una persona sea completa, esta debe abordar su vida consciente y su vida subconsciente”; en virtud de este aforismo, podemos adentrarnos en lo más profundo del comportamiento humano, y desentrañar sus misterios, arrojándonos luz, que nos permitan explicar la descomposición social pavorosa que impera en nuestra sociedad; manifestaba Freud que “le enternecían los jóvenes delincuentes”, de forma velada, nos advierte, que es aquí, el semillero donde echara raíces la planta de la abominación social, cuyas espigas, mas tarde darán sus nefastos frutos como; el alcoholismo, drogadicción, femicidio, pedofilia; ante conducta tan execrable como esta ultima, Freud nos desafía a costa de nuestra propia moral, a que en el lugar mas recóndito de la nuestra le demos un lugar a la tolerancia. Les pregunto ¿Se extirpara esta plaga social condenando a un miserable a 16 años de cárcel? ¿Se reparará la integridad física y psicológica de los niños abusados? Se ha comprobado hasta la saciedad, que lejos de sembrar precedentes, se crean casos recurrentes. Es perentorio recuperar la presencia física (no virtual) por lo menos de uno de los progenitores en cada hogar, restaurándose ese lazo afectivo que alguna vez existió entre madre e hijo, y que el consumismo le arrebató, cuando este en aras del progreso, arrojó a la mujer al sistema productivo de los pueblos.