Esa obsesión por refundar la patria y sus instituciones a la que estamos expuestos en cada elección es un gen pernicioso de la idiosincrasia política ecuatoriana. En el caso de la alcaldía de Quito más de una docena de candidatos presentaron grandes planes, con soluciones a todos los problemas. Cada uno de ellos presentó su visión del Quito del futuro, valiosas, pero personalistas y superficiales por la urgencia electoral. Quito sí cuenta con una visión holística desarrollada de forma participativa que los candidatos por intereses electorales no hablaron de ella pues su mesianismo resulta más atractivo en términos electorales. A lo largo de 4 años en un proceso participativo donde el municipio juntó a representantes barriales, técnicos, profesionales y seis universidades para delinear la “Visión de Quito 2040 y su modelo de ciudad”. Este manifiesto establece la hoja de ruta hacia una ciudad que garantice la calidad de vida a sus habitantes. Nada más democrático y participativo que los concursos desarrollados para barrios sostenibles donde equipos de profesionales y organizaciones barriales aunaron esfuerzos por el bien común, una participación comunitaria técnica y organizada. Ojalá que en un acto de madurez política y democrática se continúe con este proceso en el que se ha invertido años de participación social directa de miles quiteños y no sea un borrón y cuenta nueva deslegitimando dicho proceso a fin de darle un nuevo color para marcar la llegada al puesto. Que el objetivo sea sumar y avanzar.