¡Esta carta fue redactada de urgencia por un ciudadano herido en su civismo!
El país se encontraba anonadado ante la cantidad de escándalos y por el avance incontenible y arrollador de inmoralidades cometidas por funcionarios “indispensables y de alto nivel”, enquistados en esferas oficiales cuando, cual rayo deslumbrante, cruza por el firmamento la información delictiva perpetrada por varios asambleístas. Estos individuos, hombres y mujeres, se han atrevido a manipular la condición cándida e inocente de aquellas personas discapacitadas por la naturaleza. Conmociona y asusta el abuso de esos asambleístas porque aquellos seres, entre comillas, discapacitados son poseedores de una nobleza ejemplar, de patriotismo veraz como demuestran al participar en los juegos para olímpicos representando a la patria y allí obtienen medallas de oro, plata y bronce más el reconocimiento de su capacidad y el amor de sus compatriotas.
Estos asambleístas actúan así por ambición e ignorancia, se contradicen porque si fueran discapacitados, no están aptos para legislar. ¡Hipócritas!, han diseñado una estrategia para, mediante el robo, satisfacer sus mezquinas aspiraciones consumistas. Se proclamaban defensores de la verdad, líderes en investigaciones, enemigos de la corrupción, pero el espíritu ha sido la ambición, el engaño para seleccionar y encontrar la troncha más conveniente a sus execrables deseos.
La pregunta natural y espontánea es saber si estas gentes podrán cumplir la función del Poder Legislativo; hacer leyes. La contestación es no pueden, son moralmente incapaces para legislar. Allí se explica el vaivén de la Asamblea Nacional desde diezmos, coimas, tráfico de influencias hasta suplantaciones y falsedades. En otros tiempos los legisladores eran ciudadanos incorruptibles, ilustrados y patriotas.