El lamentable ingreso de Giovanni ‘La Sombra’ Espinoza por una complicación diabética a cuidados intensivos evidencia el drama de otros miles de anónimos pacientes que no pueden acceder a consulta y el alto costo evitable, por la inefectividad y lentitud de una red sanitaria dependiente de un sistema persistentemente fragmentado.
Enfermedades crónicas no transmisibles como la diabetes, cardiovasculares, respiratorias y el cáncer son las principales causas de enfermedad y muerte en el Ecuador y resultaría más barato combatirlas -como lo hacen todos los países- con prevención, educación y control y no incrementando indicadores anacrónicos como número de camas, necesarios en otros contextos, y construyendo y equipando “hospitales de especialidades” que no resuelven este perfil epidemiológico.
Hay que reconocer el enorme gasto en Salud del Gobierno del presidente Correa, pero llegó el momento de consensuar esos ingentes recursos económicos, humanos, tecnológicos y de infraestructura con una adecuada planificación que viabilicen una red y un sistema eficaces y sostenibles.
En el mundo ya no se construyen hospitales de 200 camas, son inmanejables, aquí seguiremos inaugurándolos: el de Calderón no tiene pacientes internados y de los 16 quirófanos se usa solo uno para extraer “muelas del juicio”.
Ordenemos el desorden, el Ecuador necesita urgentemente cuatro o cinco institutos médicos nacionales de prevención, investigación y tratamiento de cáncer, metabólicas nutricionales, neurología, quemados, rehabilitación; concentrar los médicos especialistas y no dispersar las especialidades; implementar la historia clínica única; priorizar la internación domiciliaria y que el Ministerio de Salud Pública ejerza una verdadera rectoría técnica, cortando la arista más insidiosa de la inequidad: el acceso, sacándole el máximo provecho a lo construido e invertido y optimizando los recursos.