El capricho de los taxistas: luego de una agotadora espera y de sinnúmero de manitos que hacen gesto de pare, siempre antes de uno, consolidando la inefable ley de Murphy, una vez que por fin aparece uno vacío, le someten a uno a interrogatorios casi policíacos (cosa penalizada en Colombia) para concluir con un descortés no. Lo desesperante es que difícilmente paran, si lo hacen, uno tiene que someterse a interminables disquisiciones futbolísticas con un impostado aire de seriedad, en la radio, como si de física atómica se tratara (país de personas futbolizadas). Cuando tuve 22 años trabajé como taxista en Miami y los ‘cabs’ debían desplegar la bandera de “ocupado” estando vacíos e imposibilitados de parar… Los burgomaestres deberían imitar al califa Haarum Al-Raschid, quien se mimetizaba en Bagdad para “tomarle el pulso” a la ciudad.