El juicio por injurias planteado por el Presidente en contra del diario El Universo, es un caso perfecto para analizar la situación lamentable de la justicia. Es que no se trata de ganar un pleito o una controversia legal en derecho. El problema es que no importa cómo se lo gana.
El abogado del Presidente, no reconoce la participación de su defendido en los hechos del 30 de septiembre. Porque si habría sido el caso que un grupo guerrillero, o un militar desquiciado hubiera reunido 600 hombres para perpetrar el asalto a un hospital, el asunto tendría alguna lógica.
Pero no fue así, fue el Presidente, alto miembro de la Convención de Ginebra, quien ordenó el ataque a un recinto hospitalario lleno de enfermos, convalecientes, personal médico y civil al cual puso en alto riesgo y total vulnerabilidad.
No se le puede pasar eso por alto al abogado que quiere acomodar las cosas para su beneficio y el de su cliente.
Por otra parte, está el hecho de la recusación de jueces hasta poder encontrar alguno que complaciera los intereses del gobernante. Jueces que ya negaron al acusado la posibilidad de presentar sus pruebas.
Un juez que obviamente despachó la sentencia sin conocer las circunstancias procesales y firmar una sentencia prefabricada, posiblemente en Carondelet o en el despacho del abogado demandante.
Como tercer elemento de análisis está el sucio truco consistente en la oferta de retiro de cargos a cambio de satisfacciones y rectificaciones de parte del demandado. Está claro que, una vez que consiguieron parcializar al juez de la causa, decidieron no aceptarlas. Los directivos del diario en su comunicado, expresan con claridad que su aceptación a la sugerencia se origina en la necesidad de salvaguardar la empresa periodística y las plazas de trabajo de sus empleados. Este infame artificio llevó al diario prácticamente a declararse culpable ante los ojos del juez.
Una muestra clara de cómo operará la justicia de ahora en adelante, cuando el Presidente demande.